Esta mañana me hallaba yo en la cocina, haciendo café,
porque soy cafeinómana y necesito mi dosis, y, al igual que Carmina, la
protagonista de Carmina o revienta, - me encanta esa película -, empecé a tener
un soliloquio conmigo misma, que en mi caso es más un monólogo onanista porque
me flipa hablar sola, y todo lo que hacemos a solas con gusto es onanista, lo
mires por donde lo mires, aunque no te toques. Y me he dado cuenta de que estoy
perdida y muy confundida.
El caso es que esta tarde tengo uno de esos momentos de
horror anual. En realidad, tengo tres al año. Uno es el dentista, otro es el
ginecólogo y el último… la declaración de la renta. Los tres son bastante
parecidos, en uno me hurgan por arriba, en otro por abajo y en el último hurgan
en mi puñetera vida en general. Pero este año es diferente porque, después de
cuarenta años, por fin sabemos que Hacienda no somos todos. Sí, así es. En un
juicio muy sonado, del que no voy a dar detalles, porque no está bien que Noos
repitamos tanto, escuché per-fec-ta-men-te cómo la Abogada del Estado afirmaba
que “Hacienda somos todos” es sólo un slogan, ¡no me jodas, que llevo 24 años
declarando para nada! Así que, esta señora, se ha cargado de un plumazo el
famoso “Hacienda somos todos. No nos engañemos” de 1978 y lo ha transformado en
el “No nos engañemos. Hacienda no somos todos” de 2016. Jamás había visto un
juicio tan romántico. Hay que ver la cantidad de chorradas, estupideces y
saltamientos de la ley que se pueden llegar a hacer por amor.
Aun así, voy a ir a declarar, y a preguntar mucho.
Tengo varias dudas. Una me la plantea mi amiga Puri, la que
convive con Fenómenos paranormales. Por lo visto, el año pasado pintó su
casa de blanco, porque dice que le da más luz y más profundidad, - todos
tenemos fantasías y sueños inalcanzables -, y claro, pintar de blanco es un “blanquear”
de toda la vida, así que voy a preguntar cómo tiene que declararlo, si
necesitamos una tarjeta black o, con montar una empresa ficticia, una de esas offshore
en Belice, - que ahora están muy de moda en Expaña -, nos evitamos tanto papeleo.
Mi prima Lola dice que en este caso de blanqueo es mejor acogerse a la amnistía
fiscal, que le ha ido muy bien a unos cuantos. Yo le he quitado la idea de la
cabeza, porque no está el horno para bollos, y me da la impresión de que a
Montoro se le va a caer el poco pelo que le queda. No te preocupes Monty,
aguanta y sé fuerte, que luego te mandarán de embajador a algún sitio muy
chulo, como hicieron con Wert.
También tenemos otra duda. Almudena, - que es la misma que
metió a mi prima Lola en un tren a Puertollano en su despedida de soltera
mientras nosotras nos íbamos a coger el ferry de Melilla –, el año pasado
cambió los muebles de la cocina. Y me ha preguntado: ¿Eso hay que declararlo?, ¿Como
bienes muebles?, porque si no es así… ¿qué cojones son los bienes muebles?...
¿Los podemos incluir en la offshore que al final hemos decidido que la vamos a
registrar en Gibraltar que nos pilla más cerquita? Vamos, que la pobre está
hecha un lío.
Es más, ya que estamos… ¿se puede blanquear y evadir al
mismo tiempo?, ¿es mejor hacerlo en Panamá que en Gibraltar?, porque los listos
lo hacen en Panamá, ¿Panamá blanquea mejor?
¡Porras, cuantas dudas! A ver si vamos a tener que ser El
lobo de Wall Street para hacer la declaración de la renta.
Ayer le pregunté lo mismo a una amiga multi rica que tengo,
se quedó muda, 5 minutos me tuvo en mute al teléfono, luego suspiró
profundamente y me dijo entre risas que no tenía ni pajolera idea. Claro, ahora
entiendo muchas cosas. Cuando eres super ricachón porque te crecen los billetes
de 500 euros en los manzanos del jardín del fondo de tu chalette de la sierra,
te montas una offshore y te quitas de problemas. Es imposible declarar el
dinero que sale de la nada a través de Hacienda. Pobrecillos. Los ricos también
lloran.
Total, que espero que haya muchas novedades en la renta,
supongo que al igual que han quitado el programa Padre, habrán puesto casillas
para negarse a declarar. Una que ponga “No sabía que había que presentar la
declaración todos los años”, o “No recuerdo mis ingresos” o, la que más me
gusta, “No la voy a presentar porque mi marido es el que se encarga de todo y
yo no me entero de nada”. Claro que como yo no tengo 3 carreras, no he hecho 37
masters y no hablo 6 idiomas, a lo mejor no me dan esa opción, que, sin duda, y
visto lo visto, es para gente de más nivel económico y menos moral cívica que
yo.
Al final iré a Hacienda, y declararé todo como hago siempre,
porque se ve que soy gilipichis absoluta, o muy poco moderna, depende de cómo
lo mires. Me olvidaré de la offshore, de Panamá y de Gibraltar.
Lo que sea con tal de que no llamen a casa una mañana de
estas, abra la puerta y sea Montoro, me mire fijamente y me espete:
- “Le voy a decir quién soy. Yo soy Cristóbal Ricardo
Montoro Romero, mis ojos están en todos lados, no puede hacer una puta sola
mierda sin que yo me entere. Sí, señor. Así que, pues… Plata o … Plomo”.
Hacienda, declara o revienta.
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